sábado, 9 de noviembre de 2013

Edinbrah (y alguna que otra aventurilla más)

No es que sea vaga. Pero publicar cada semana algo en el blog es más difícil de lo que parece. Cada vez que hago algo emocionante pienso, ¡eso lo tengo que poner en el blog! Y la próxima vez que vuelvo a pensar sobre ello ya han pasado dos semanas sin darme cuenta. Pero ahora que tengo un ratito relajado, a ritmo de Noora Noor, siento que ya va siendo hora.

Y es que no paramos.

La semana pasada, por ejemplo, fue Halloween. Toda una experencia. Compramos telas de araña falsas para decorar la casa, hicimos calabazas de papel (¡y calabazas reales también, como en las pelis!) y repartimos un montón de chuches. Nos disfrazamos todos (nosotras nos pintamos la cara a lo "calavera mejicana" o catrina, lo cual fue una faena pero causó furor) y cenamos juntos. Mientras la gente iba llegando, lo que más ilusión me hizo fueron los niños picando a la puerta pidiendo caramelos. Sé que es una tradición y, aunque vivimos en una casa y no en residencia, no había pensado siquiera que fuera a pasar! Mi favorita fue una niña pequeñísima con gafitas que del susto que le dieron nuestras caras calavera fue incapaz de decir el típico "trick or treat?". Una monada.




Al día siguiente a las 12 nos esperaba el tren. Tres horas de trayecto y... ¡Bienvenidos al norte!

Cuando llegamos no era de noche aún, pero como anochece cada vez más pronto, llegamos a la estación con la sensación de que era casi la hora de irse a dormir. Durante el recorrido de la estación al hostal ya quedamos todos maravillados. Edimburgo es una ciudad que te transporta al pasado sólo con recorrer sus calles, por muy llenas de coches o grandes autobuses que estén. La arquitectura tanto medieval como victoriana (depende de la zona que se visite) del centro, las calles vestidas de antiguas y durareras piedras, las luces al anochecer... Todo ello me hizo sentir que estaba en otro siglo, en otro tiempo muy distino y, a la vez, en uno muy presente y muy real.

Monumento conmemorativo a los soldados escoceses que lucharon en la Primera Guerra Mundial (si no recuerdo mal....)




El castillo al atardecer...




 No todo fue visita histórica, sin embargo. Visitamos la catedral, cuya arquitectura y cristalería me dejaron impresionada, así como el Museo Nacional de Escocia, que era de entrada gratuita, pero también tuvimos tiempo para hacer un poco el tonto en la Camera Obscura de la ciudad. Es una atracción no única y exclusiva de Edimburgo, pues está en muchas otras ciudades, pero que es divertida de visitar. Con el carnet de estudiante, además, teníamos descuento, así que entramos y hicimos el bobo con las ilusiones ópticas que puedes experimentar junto con muchos niños (y algunos otros no tan niños...).

Camera Obscura
¿Camera Obscura? ¿Eso qué eh?
Vistas desde la Camera Obscura

Las vistas nocturnas desde las partes más altas de la ciudad, como el castillo, valen mucho la pena, así como el tempestuoso camino que te lleva a la cima de la "montañita" del Hollyrood park pero por el cual de veras que merece pasar, ya que, a pesar del terrible viento que pueda hacer, desde arriba puedes ver toda la ciudad y un precioso cielo escocés. También cabe mencionar que nos tocó la lotería, ya que el domingo, día que teníamos planeada la visita a Hollyrood, hizo un sol impresionante, y apenas se veían nubes en el cielo. Eso sí, que la luz solar no os engañe... ¡seguía haciendo un frío siberiano allí arriba!

En el Hollyrood Park, camino al Arthur's Seat, desde donde se puede ver toda la ciudad

Arthur's Seat
Las ruinas de la Capilla de St. Anthony's
Edimburgo es una ciudad cara, pero aún y así nos lo montamos bien. Nos alojamos en un albergue llamado "Budget Backpackers" (que, por cierto, recomiendo bastante) del cual ya teníamos buenas referencias, pues uno del grupo ya había estado en Edimburgo un par de veces y por tanto ya se había alojado en él, y en el hostal podíamos cocinar lo que quisiéramos, así como desayunar a buen precio, por lo que al final el viaje siguió saliéndonos bastante barato, teniendo en cuenta que nos ahorramos un montón en los billetes de tren gracias a la Railcard 16-25.

Me gustaría, por cierto, subir más fotos, pero las mejores están en la cámara de Blanca y aún las tiene que pasar al ordenador. Si cuando lo haga me da permiso, subiré algunas de las suyas, ya que está hecha una fotógrafa excelente y tiene imágenes realmente bonitas.

Al final volvimos el domingo por la tarde, por lo que llegamos a Preston de noche, todos reventados pero con una sonrisa de oreja a oreja en nuestros labios. La semana empezaba en pocas horas, y aún quedaban un montón de cosas por vivir...!

Entre ellas, la Bonfire Night. ¿Habéis visto la película V de Vendetta? ¿Recordáis su mítico "Remember, remember, the 5th of November..."? Yo que me pensaba que era todo ficción, resulta que lo de los fuegos aritificales la noche del 5 de Noviembre sí que se hace. No vuelan edificios emblemáticos de Londres, sino al revés, celebran que en 1605 el Palacio de Westminster no fue destruido (los curiosos puede encontrar más información aquí).

Así pues, la noche del 5 de Noviembre fuimos a ver los fuegos artificiales desde el puente del Avenham & Miller Park y desde el puerto. Al volver a casa Alfie, nuestro vecino británico, nos hizouna tradicional bebida típica de esa noche: vino caliente con especias. La verdad es que eso de añadirle laurel al vino y calentarlo junto con azúcar, naranja y canela entre otros ingredientes que sonaban un poco escogidos al azar no me convenció mucho al principio, pero una vez lo probé me di cuenta de que estaba delicioso (de hecho, ¡tengo que pedirle la receta!)

ñami!

El día siguiente fue mi cumpleaños, pero eso es ya otra historia... ¡que mañana intentaré contar!
Como dicen por aquí,

xx

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