viernes, 21 de febrero de 2014

Carla: primera parte

Después de pasarme la mañana pidiendo donaciones para Breathe, la ONG de Preston a la que "asesoramos" en Relaciones Públicas (téngase en cuenta que asesorar consiste en dar ideas, aunque luego se rechacen... :( ), siento que me merezco un descansito. Así que play a Kings of Convenience, y a escribir. 

Como os decía ayer, este fin de semana pasado recibí una visita que esperaba desde hacía mucho tiempo. Y es que Carla, mi gran amie desde hace años, vino a pasar sus últimos días de vacaciones universitarias a Preston. La verdad es que casi casi Preston fue lo que menos vio, pero creo que las dos nos lo pasamos genial.

La semana pasada me espavilé en adelantar todo el trabajo que tenía lo antes posible para poder recibir el jueves a Carla con los brazos bien abiertos y un montón de cosas por hacer. Cuando llegó ya era oscuro y no pudimos ir a ningún sitio (a la situación se le sumaba que el novio de Júlia estaba en camino y que Irene, que se fue hace semanas para acabar su carrera en Madrid, también iba a llegar de un momento a otro, para darle una bonita y romántica sorpresa a Alfie). 

Fue divertido y muy emotivo ver el reencuentro, que sucedió en nuestra casa. Poco después, Alfie e Irene se fueron a cenar a su casa, mientras que aquí, entre amigas y novios, quedábamos 6 hambrientos Spanish dispuestos a hacer una suculenta cena antes de salir un rato a nuestro usual Adelphis, donde encontramos a gran parte de los nuevos international students que han llegado este semestre. 


El viernes o el sábado tenía pensado llevarla a mi querido Lake District, pero el tiempo no iba a permitirlo. Así pues, el viernes, sin prisas, nos levantamos a una hora decente y fuimos a desayunar a mi sitio favorito en Preston (hacen unos gofres... y unas tartas... y unos bagels... Ohhhh, QUÉ BAGELS!!). Hacia las once, cogimos un tren que quince minutos después nos dejaba en Lancaster. Tuve la suerte de que tanto Carla y Marian, con quien pasé un estupendo día, son bastante buenos haciendo fotografías, así que no tuve que sacar la cámara en toda la jornada y aún y así conseguí unas fotos espectaculares que luego ellos me pasaron. (Así que todas las fotos que veáis a continuación son de Carla y Marian, las distinguiréis rápidamente: Marian pone un "dramatic filter" a todas ellas que dan un toque intrigante e inquietante a los lugares).

Ejemplo del "dramatic filter" de Marian en una fotografía del Castillo de Lancaster
Como he mencionado otras veces, yo ya he estado antes en Lancaster, pero cada vez que voy me gusta más. Igual que a Leeds, aún siendo más grande, quizás no volvería tan a menudo, a Lancaster nunca me importa ir otra vez. Además, el hecho de que esté cerca y que con la Railcard ida y vuelta me cueste cinco libras, motiva más aún.

Como de costumbre, empezamos la visita con el Lancaster Castle, que en su día fue una cárcel para mujeres y ahora está semi-abierta al público: la entrada al patio es libre pero si quieres visitar los edificios por dentro debes apuntarte a un tour que ofrecen en una pequeña oficina al lado de una cafetería en medio de la parte gratuita de la construcción. Si queréis saber más sobre el castillo, en su página web tienen un apartado en español en el que explican gran parte de la historia del lugar: Clickad aquí para más información.
La entrada al castillo
Como de costumbre, posando con estatuas...
... uno de nuestros hobbies favoritos
No llovía mucho, apenas chispeó a ratos, así que dimos una vuelta por el centro, tomaron algunas fotos más y, sin parar en tiendas con tal de no desesperar a la pequeña parte masculina del grupo, acabamos comiendo en el Subway (que, por si no lo había mencionado antes, es lo equivalente británico al Pans & Company, ya que siempre vamos y tenemos un pedazo bocatote y bebida ilimitada a lo Burger King por 5 pounds: pas mal, oye). 

Típica tienda de dulces inglesa que siempre me recuerda a Harry Potter y a A Christmas Carol
Al salir, nos dirigimos al Ryelands Park, que está a unos veinte o treinta minutos caminando desde el centro. Sin embargo, durante el camino encuentras el City Council frente a una bonita plaza, la Catedral de Lancaster y un par de escuelas zólo para chicos de estilo muy, muy británico.

Tuvimos mala suerte y nos encontramos la catedral cerrada, pero aún y así es bonita de ver por fuera :)
Lancaster City Council

A medida que subiamos al parque, las vistas de Lancaster eran más y más bonitas
Cuando llegamos al Ryelands Park, apenas nos dio tiempo a hacer un puñado de fotos, que diez minutos después ya nos estaba cayendo la del pulpo. Desde allí arriba se podía ver todo Lancaster y, a lo lejos el mar, con mucha claridad, hasta el momento en que empezó a diluviar y todo quedó cubierto por una espesa cortina gris pluvial.


Felices, cinco minutos antes de que empezara a diluviar
Parte de las vistas desde allí arriba
Me hubiera gustado enseñarles más de aquel gran y bonito parque, pero no pudo ser. Así pues, bajamos lo más rápido que pudimos hasta el centro de Lancaster para refugiarnos en una cafetería, a la cual entramos totalmente empapados. Encima (y ya es tener maaaaala suerte), debía ser el único comercio de todo Lancaster sin secador en el lavabo, así que ni siquiera pudimos secar la ropa un poquito :(. Para coger fuerzas y quitarnos el frío de encima, decidimos darnos un capricho...

No es un chocolate con churros, vale, pero tampoco es como para hacerle ningún feo... :P
Como siguió lloviendo y aún estábamos algo mojados de la lluvia anterior, al salir de la cafetería decidimos volver a Preston a descansar (¡estábamos terriblemente agotados y no eran ni las seis de la tarde todavía!), así que no pudes enseñarle el bonito canal con patitos de Lancaster.

Al llegar a Preston ya era oscuro y hacía más frío aún, así que vinimos derechitas a casa a empijamarnos y hacer un poco el vago hasta la hora de la cena. Como el pronóstico del tiempo no anunciaba ninguna mejora, decidimos pues ir a Liverpool el sábado.

A pesar de mi pésimo sentido de la orientación y de ser una ciudad totalmente nueva para Carla, nos aventuramos a coger el tren al día siguiente con mucha ropa de abrigo e impermeable pero sin ningún mapa de la ciudad. Al fin y al cabo, ya había ido sin mapa con Manel y Alba y no me había perdido mucho, y lo más característico o aquellos puntos turísticos más interesantes estaban muy bien señalizados.

La estación de trenes de Liverpool
En el centro se pueden encontrar gran número de monumentos tales como estatuas o edificios y jardines o parques que rinden homenaje a todos los soldados británicos (e incluso en ocasiones, de otros países) que apoyaron a su país durante las muchas guerras en las que Reino Unido se ha visto implicado.





En el centro comercial de la ciudad, que no estaba muy abarrotado para ser un sábado, encontramos una banda tocando que encantó a Carla. Desde allí, sólo tuvimos que seguir las señales para llegar al Cavern Quarter, es decir, la zona de Liverpool famosa por ser frecuentada por los Beatles,



Como era de esperar, nos hicimos una foto con la mítica estatua de John Lenon y entramos al Cavern, ya que la entrada era gratuita a esa hora (normalmente por la tarde-noche) hay que pagar para acceder. El interior estaba atestado de gente, tanto turistas que, como nosotras, sólo iban a hacer una visita y tomar un par de fotos, como gente que iba a tomar algo y escuchar a cantantes tocar diferentes piezas (muchas de ellas, cómo no, de los Beatles).

 

Después del Cavern ya teníamos hambre, así que paramos en un Wheterspoons para comernos un par de hamburguesas (típica cuisine británica, sep. - Y no es ironía-) y reponer fuerzas.

Próxima parada: el barrio gay y el Titanic Memorial, al lado del río Mersey, desde el cual casi salimos volando vuelta a Barcelona debido al fuertísimo viento que hacía (sólo hace falta decir que el río Mersey que sí, es un río, parecía mar enfurecida).


Nota curiosa/freak del post: Aquí la marca "Scottex" se llama "Andrex"
Yo nunca he estado en Nueva York (aún)... Pero esta parte de Liverpool siempre me recuerda a las escenas neoyorquinas qque tengo en mente, fruto de mil y una series y películas allí grabadas

 
Uno de los muchos Lamb Bananas que se pueden encontrar en Liverpool. Si os soy franca aún no he descubierto de qué va todo el asunto de los corderos con cola de banana.
 


Mientras nos dirigíamos al museo de los Beatles, que nos pillaba medianamente de camino para ir a la catedral de Liveprool, pasamos por el Albert Dock, donde encontramos una curiosa chuchería que tenía de todo (hasta piruletas de bichos... puajj).


Mi cara al darme cuenta de que los "tropezones" de la piruleta eran hormigas

Weeee allll live in a yellow submarine, yellow submarine, yellow submarine...


Cuando llegamos a los jardines de la catedral empezaba a oscurecer, pero por suerte aún había un montón de luz, así que el cementerio no parecía tan tétrico como puede llegar a ser. El crepúsculo, sin embargo, hacía que el cielo tuviera unos bonitos colores, y que las tonalidades cálidas del sol se reflejaran en la rojiza catedral, convirtiendo el momento en algo tremendamente bonito y de aspecto bucólico.




No sé si lo habré mencionado en posts anteriores, pero la catedral es enorrrrrrrrrrrrrme. Lo único que no me gusta de ella es unas luces de neón rosas que encuentras en su interior...




Las luces de las que hablaba
Ya volviendo a la estación, pusimos cara asiática al pasar por el barrio chino, pero no nos entretuvimos mucho porque hacía un frío terrible y no queríamos perder el tren...

 


Sanas y salvas (y con la calefacción a tope) ya en Preston, sólo quedaba descansar, porque al día siguiente aún quedaba otra parada más a hacer... ¡Carlisle!

Carlisle está a aproximadamente una hora y media en tren de Preston, y en la frontera Inglaterra-Escocia, así que el paisaje que pude contemplar en el trayecto fue impresionante, con algunas montañas nevadas y el precioso Lake District medio soleado. Fuimos con parte de los international students, y pasamos un gran día. Sin embargo hablaré de ello en la próxima entrada: Carla, parte 2: Carla en Carlisle! Muahahah...

jueves, 20 de febrero de 2014

Sobre Leeds

Para empezar el mes, el 1 de febrero fuimos a Leeds. Era otra de las ciudades que teníamos pendientes a visitar desde hacía tiempo, a pesar de no haber recibido muy buenas críticas al respecto.

El día no pintaba muy soleado, pero el pronóstrico tampoco anunciaba lluvias, así que cruzamos dedos y cogimos un tren a las nueve destino Leeds. El recorrido en tren era prácticamente el mismo que habíamos hecho hasta York, con la única diferencia que teníamos que bajar una parada antes al tomar el segundo tren, después de hacer trasbordo en Manchester Oxford Road.

Nada más salir de la estación, fuimos al centro turístico (a menos de 100 metros de donde estábamos, hacia la izquierda y sin cambiar de acera), donde nos dieron un mapa gratuito de la ciudad. La verdad es que en el mapa parecía más grande de lo que resultó ser (al menos el centro turístico), y todo estaba mucho más cerca de lo que aparentaba.

Lo primero que vimos fue la biblioteca pública, al lado del Leeds Town Hall, de unas dimensiones grandiosas en comparación al resto de edificios que lo rodeaban. Pudimos entrar y ver el precioso auditorio que se escondía en su interior, aunque no pudimos subir a la torre del reloj que véis en las siguientes fotos, porque para ello hacía falta apuntarse a un tour y ese día había habido pocos y el último había acabado hacía media hora.



En Leeds predominan los edificios que, como me pareció en Manchester, tienen un estilo industrial muy singular. En cierta manera, me recuerdan a la biblioteca de mi facultad en Barcelona, pero en muchas ocasiones, de un tono rojizo más característico.




Nuestra siguiente parada fue el Millenium Square, en el cual descubrimos un homenaje a Nelson Mandela en sus Mandela Gardens, donde mucha gente había dejado flores. Los jardines tenían un extraño colorido en contraste a los edificios de tonalidades más apagadas que los rodeaban, y claramente chocaban con las instalaciones de una pista de hielo que habían construido temporalmente detrás, que, a pesar de ser una gran atracción de tiempo libre, chocaban bastante.



  


Al otro lado de la pista de hielo que estaba enfrente del Leeds City Hall, encontramos el Leeds City Museum. Como la entrada era gratuita, decidimos entrar a echar un vistazo. Si os tengo que ser franca, no es el mejor museo de todos los que he visitado, pero tenía montones de datos históricos curiosos que, complementados con muchas actividades para niños, hacían del museo el lugar perfecto para pasar un día en familia (de hecho, me parece que fuimos los únicos allí que no iban el rollo familiar).


La verdad es que Leeds no ha sido una de mis visitas favoritas. Es un buen lugar para ver algo diferente cuando ya has visto casi todo lo demás, pero exceptuando algún lugar como el Leeds Corn Exchange, construido en la segunda mitad del siglo XIX, y determinadas iglesias repartidas a lo largo y ancho de la ciudad, no vi nada que me pareciera extraordinariamente bonito. También supongo que el estilo de ciudad inglesa que Leeds posee es uno al que ya me he acostumbrado durante mis ya numerosas visitas a Liverpool, Manchester y similares, así que quizás es más difícil impresionarme.



El exterior del Leeds Corn Exchange...

... Y su interior, lleno de tiendecitas


Otro lugar curioso que visitamos fue el Leeds Kirkgate Market, que según tengo entendido, es uno de los mercados cubiertos más grandes de Europa desde que lo construyeron en 1904. La verdad es que me recordó a la Boquería de Barcelona, no por sus dimensiones, sino porque parecía ser el típico lugar de la ciudad en el que, si no encontrabas algo, no lo encontrarías en ningún otro sitio.

Foto de Alfonso

Aprovechando que nos acercábamos al centro comercial de la ciudad, Trinity Leeds, comimos por la zona. En ese momento me volví a sentir en una ciudad. Era sábado ya por la tarde, y los muchos comercios del lugar estaban llenos, dando mucha vida a las calles (no como en Preston, que lo más común un sábado por la tarde en el centro es que haya poca gente en comparación).

Foto de Alfonso

Foto de Alfonso
Tras nuestro descanso para reponer fuerzas, y después de haber visto todo el centro de la ciudad, nos dirigimos al Royal Armouries, un museo con, si no recuerdo mal, cuatro plantas llenas de armas, escudos y montones de historia sobre guerras y batallas. En nuestro camino pasamos por River Aire, como veis en estas fotos de Alfonso, donde, en el puente, encontramos un montón de candados al más puro Moccia style.

 

 


Si os tengo que ser sincera a mí el mundo de las armas y las guerras, como que no me va mucho. Así que mientras Marian se impresionaba con las mil y unas historias que el museo ofrecía, yo me dedicaba (aunque con compañía de Alfonso y Júlia) a pasármelo bien a mi manera y sacar provecho a las instalaciones infantiles (y no tan infantiles) del edificio...




Sin embargo, tengo que reconocer que, si te gusta la historia bélica, la visita al Royal Armouries es obligatoria. No sólo porque es gratuito, sino porque ofrece más de 8500 objetos bélicos en cinco galerías diferentes, dividas en secciones de guerra, oriental, caza, defensa personal y torneos.

Tras la visita al museo, como aún nos sobraba tiempo, remoloneamos un poco por el centro e hicimos algunas compras, aprovechando las ultimísimas rebajas inglesas. Poco despuésl cogimos el tren y llegamos mucho más cansados de lo que esperábamos a Preston.
Estos días he estado saturada, entre la uni, una oferta interesante de Relaciones Públicas que me ha surgido para trabajar hasta este junio (si todo sale bien, ya os contaré...) y una visita muy esperada, ¡no daba abasto! Sin embargo, ¡mañana prometo hablar sobre ello y publicar algunas preciosas fotos de una grandísima fotógrafa!